Persona mayor

La Residencia Barandiaran de Durango, un hogar que en 20 años ha atendido a 884 personas

Un cartel en el que se lee "20 años" en euskera preside el patio del edificio de una residencia de personas mayores

La Residencia Joxe Miel Barandiaran de Durango (Bizkaia) celebra hoy el 20º aniversario de su fundación, dos décadas en las que ha atendido a 525 personas mayores y/o en situación de dependencia en régimen residencial y a 359 en su centro de día.

La residencia, gestionada desde su puesta en marcha en 2005 por Ospitalarioak Gizarte Zerbitzuak Aita Menni, es un centro perteneciente a Azpiegiturak, la sociedad de la Diputación Foral de Bizkaia que se ocupa de los equipamientos, obras públicas e infraestructuras del ente foral.

La Residencia Barandiaran de Durango, un hogar que en 20 años ha atendido a 884 personas

El 20 de junio de aquel año, la antigua residencia de Uribarri pasó el testigo a un moderno centro residencial con servicio de atención diurna que, desde el primer momento, se constituyó en el recurso asistencial público de referencia para personas mayores en el Duranguesado.

Bajo el lema “Zuek izan zinetelako, gu gara” (“Porque vosotros fuisteis, nosotros somos”), las celebraciones comenzaron ayer por la mañana con una eucaristía, acompañada por las voces del Coro de Iurreta, a la que asistieron representantes institucionales y de Ospitalarioak Fundazioa Euskadi, residentes, familiares y personal del centro. Entre los primeros se encontraba la alcaldesa de Durango, Mireia Elkoroiribe, que fue recibida por sor Isabel Martínez, delegada de Hermanas Hospitalarias en el País Vasco y la responsable de la Residencia, Nagore Mardaras, además de los integrantes del Consejo de Dirección de Ospitalarioak Fundazioa Euskadi José Luis Girón, Manuel Murie, Xabier Altuna, Verónica San Román y Aloña Telleria.

Varios sacerdotes oficiando una eucaristía en una sala llena de personas mayores

La alcaldesa, Mireia Elkoroiribe, quiso destacar la labor de la residencia en estas dos décadas: «La residencia Joxe Miel Barandiaran es mucho más que un centro asistencial; es un verdadero hogar en el corazón de nuestro pueblo. Durante estos veinte años ha sido referente en el cuidado humano de nuestras personas mayores, apostando por un modelo basado en la cercanía, el respeto y la atención personalizada». «Desde el Ayuntamiento de Durango seguiremos apoyando con firmeza todos los proyectos que mejoren el bienestar de nuestra ciudadanía. Porque una sociedad que cuida de sus mayores es una comunidad con memoria, fuerte y comprometida», señaló.

La alcaldesa de Durango se dirige a las personas presentes en una sala

Tras la eucaristía y la intervención de la alcaldesa, en el patio de la residencia, al otro lado del huerto urbano en el que las personas residentes cultivan desde 2014 de manera ecológica verduras y hortalizas, tomó la palabra Nagore Mardaras para recordar la historia y los antecedentes del centro, «donde vive una familia maravillosa». La responsable del centro subrayó la importancia del pasado, de las raíces que dan sentido al presente y nos orientan hacia el futuro. «En el jardín de la antigua residencia de Uribarri había un laurel que se trasplantó aquí —continuó—. Ese laurel fue nuestro logotipo durante años, y representa para nosotras algo muy profundo: que el espíritu de aquel lugar sigue vivo hoy aquí, que somos una continuidad de lo que otros fueron, desde el estilo de cuidado hasta el cariño con el que se hacen las cosas. De ahí el lema con el que celebramos este aniversario: ‘Zuek izan zinetelako, gu gara’”.

Una mujer habla con micrófono en la mano delante de un cartel en el que se lee "20 años" en euskera

Mardaras agradeció a la Diputación Foral de Bizkaia y al Ayuntamiento de Durango “el haber hecho posible que este proyecto sociosanitario sea hoy una realidad en el corazón del pueblo: sin barreras, accesible y abierto a toda la comunidad. Haber depositado su confianza en nosotros, así como la elección de esta ubicación privilegiada, han sido claves para avanzar en un modelo de atención cercano, humano y comprometido con las personas”. “También queremos agradecer profundamente su confianza y apoyo a todas las personas que nos han acompañado a lo largo de estos 20 años —continuó—: personas residentes, familias, profesionales, vecinos y voluntarios. Gracias a ellos, hoy seguimos construyendo una casa viva y abierta al servicio de quienes más lo necesitan”.

La Residencia Barandiaran de Durango, un hogar que en 20 años ha atendido a 884 personas

A continuación, sor Isabel Martínez habló sobre los valores que guían la misión de Hermanas Hospitalarias dentro de la misión samaritana de la Iglesia, y cómo esos valores se sintetizan en la Hospitalidad, «en actitudes de bondad, en el servicio paciente y continuo a todas las personas que para las Hermanas son las vivas imágenes de Jesús». Sor Isabel recordó que la Congregación ha estado presente en el País Vasco desde 1898 y que desde el principio ha colaborado con las Administraciones públicas, a quienes agradeció su confianza, y tuvo también palabras de agradecimiento para las familias que les confían «el cuidado de sus seres queridos», y para los profesionales «que a lo largo de estos 20 años han contribuido a la buena gestión del centro y a la asistencia a las personas usuarias»

Una mujer lee un discurso mientras otra sostiene un micrófono ante ella en el patio de un edificio

Ella misma, el residente Txema Azpitarte y Rafa Villanueva —hijo de Elena Moreno, residente del centro— pintaban los primeros trazos de un mural con el que la multifacética artista vitoriana Irantzu Lekue convertirá una enorme pared de cemento en una ventana a la naturaleza y a sus habitantes.

El mural tendrá ramas de laurel y pájaros en vuelo. Begoña Alberdi, residente del centro, explicaba que “las hojas representan nuestras raíces, las que nos han nutrido y siguen vivas. Las aves representan a las personas residentes, a sus familiares y a las profesionales del centro… personas que se cruzan, que conviven, que se cuidan. Como las ramas del laurel que siguen creciendo desde una raíz profunda, este mural nos recuerda que somos continuidad, que lo que hoy somos, lo somos porque otros fueron”.

Tras un aurresku de honor a cargo de Alberto Gordoa, Rafa Villanueva quiso dar testimonio como familiar, y recordó que cuando su madre tuvo que ingresar, sentía «que era una forma de rendirse». «Hoy tengo que decirlo: me equivoqué —reconoció emocionado—. Lo que mi madre vive aquí no es una renuncia, es una nueva etapa de vida en la que se sigue reconociendo como la persona que es, con su historia, sus costumbres y su manera de ser. Aquí he descubierto que atender no es sólo cuidar; va mucho más allá. Esto va de acompañar, de escuchar de verdad, de crear vínculos que sostienen y dan sentido a cada día. Y aquí también nos cuidan a las familias. Gracias a todo el equipo; habéis conseguido algo muy grande: que mi madre viva acompañada, comprendida y feliz, y que yo venga cada día convencido de que está donde tiene que estar. Gracias por transformar un edificio en una casa, por cuidar y por sostener».

El broche final a los discursos corrió a cargo de Tere Urien, residente, que entonó un emotivo bertso en honor del centro y de las personas que forman la familia del mismo.

El acto de la mañana concluyó con un aperitivo. Por la tarde, el protagonismo sería para los y las residentes, sus familias y el personal, que compartieron chocolatada y un buen rato de música y baile.

Zorionak!

Un amplio grupo de personas posa delante de un edificio

Esta información, en los medios:

El Correo

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